Subscribe:

Una Cobija para dos



No pasaban de las ocho de la noche cuando escuché que tocaban a la puerta, con un poco de timidez, como queriendo no llamar la atención. Para mi sorpresa era el abuelo, a quien tenía algunos meses de no ver, él fue siempre bueno con nosotros; mis tres hermanas y yo recibíamos alguna sorpresa cada vez que lo veíamos: un dulce, un juguete o al menos un afectuoso abrazo y un sonoro beso. Yo no comprendía por qué papá, con él especialmente, se mostraba distanciado; lo que pasó con ellos en el pasado nunca lo supe, o más bien no lo entendía, pues al fin y al cabo era su padre y sin él no hubiera existido. De inmediato abrí la puerta.

—Buenas noches abuelo, ¡qué bueno que nos visitas!

Me atrajo hacia él y me dio un cálido abrazo.

—¿Está tu papá? —preguntó.

—En un momento lo llamo.

Lo encontré en la cocina. Y sin querer queriendo escuché su conversación, que en alguna forma transformó para siempre mi vida, y creo que también la de mi padre.

—¿Qué deseas? —exclamó un poco hosco papá.

—Hijo, me ha ido muy mal y he perdido la casa, hoy me han echado y no tengo a dónde ir. Quisiera pedirte me hospedaras por un tiempo, mientras resuelvo la situación, no tengo ni para un miserable hotel.

—Papá, tú sabes que esto me ocasiona graves contratiempos, tú conoces bien cómo piensa mi mujer: El muerto y el arrimado apestan a los tres días. Y el casado casa quiere, y no quiere intromisión alguna.

—Bueno hijo, entiendo, pero si al menos me dieras un pequeño espacio en la habitación de mi nieto, te prometo no crear ningún problema, además él y yo nos llevamos bastante bien.

—Papá —una vez más replicó—, él es un joven adolescente de 17 años y necesita su autonomía, lo siento de verdad, pero no hay nada que hacer.

El abuelo titubeando y con voz temblorosa, casi por romper al llanto suplicó:

—¿No habrá acaso algún rincón en que pueda pasar solamente esta noche?

—Bueno, si tal es tu urgencia, puedes quedarte en el patio de atrás, pero —enfatizó con autoridad—, que sea solamente por esta ocasión.

Papá me llamó y me ordenó furioso:

—Baja de inmediato una cobija o una manta y dásela a tu abuelo, pues se quedará a dormir en el patio trasero, y date prisa, pues estoy muy cansado con tantos problemas y agrégale uno más.

Y meneó la cabeza fastidiado señalando al abuelo.

Pasaron unos diez minutos cuando papá entró a mi habitación hecho una furia, reclamando mi atraso, pero sorprendido por lo que estaba haciendo, exclamó:

—Me puedes explicar qué carajo estás haciendo, ¿por qué cortas en dos la cobija que te pedí?

Y simplemente le contesté:

—Una mitad es para el abuelo y la otra la voy a conservar un tiempo para cuando me vengas a pedir lo mismo.

Miguel Ángel Cornejo

1 comentarios:

silvina soul dijo...

Nelita siempre publicas cosas muy profundas, muchos cariños...Silvina

Seguidores